Creo recordar que todo empezó en los primeros meses de 2018, eran sospechas nada fundamentadas y con matices que hasta a mi mismo me parecían “conspiranoicos” pero el problema que tiene fijarse en detalles es ese, fijarse en detalles; anuncios sobre cosas que algún algoritmo de pseudo inteligencia pensaba que me podría interesar, recomendaciones en Youtube de temática que otro algoritmo discernió que podría ser de mi interés, cuentas de Instagram que interactuaban con la mía y cuya temática tampoco era de las más afines a mi e-yo.
No acababa de entender qué era lo que estaba pasando, pero no me gustaba, la sospecha de que esas interacciones sobre mis cuentas en las rrss venían dadas por conversaciones de las cuales se extraían palabras que eran usadas para plantear hipotéticos intereses de mi a anunciantes cobraba fuerza, aunque mi yo más racional no quería creerlo, todo apuntaba a que iba a ser así, hasta que, por casualidades de la vida, fui a comprar un paraguas en ese momento la “conspiranoia” pasó a ser un hecho.
Privacidad: concepto básico en pleno s.XXI
-No tengo nada que esconder
Esa es la premisa de muchos cuando se empieza a hablar de privacidad en la red y pese a que puede ser cierto, el concepto es otro. Desde hace no demasiado respondo con un diálogo del que sé las respuestas de mi interlocutor*:
– Vale ¿A que en casa no tienes cadáveres escondidos debajo de la alfombra?
– No….
– ¿Y a que no por ello dejas la puerta de casa abierta e invitas con neones a todo el mundo a que entre?
– ….
Ahí, ese es el punto crítico, cambiar concepto que separa lo físico de tu ciberYo, estamos en el s. XXI, tu móvil (y por ende tu ciberYo) es igual de íntimo que que tu casa.
*si algún día la respuesta es afirmativa, bueno, ya veré qué hacer (: